
Lutz Pfannenstiel en sus tiempos de arquero (archivo personal).
Pfanennstiel fue uno de los tantos comentaristas, scouts y analistas que hace un año vinieron a Chile para ver a los talentos futbolísticos juveniles que pudieran aparecer en el Mundial Sub-17 que terminó con Nigeria campeón. En su caso, estuvo trabajando para la Federación Alemana de Fútbol y también despachando informes para la BBC y CNN, dos de los canales donde colabora regularmente como experto en fútbol. Tan experto, que dos semanas antes de terminar el torneo él ya anunciaba que la final sería entre Mali y Nigeria.

Pfannenstiel en una de sus tantas apariciones para la BBC. (Archivo personal)
La historia de Pfannenstiel habla de talento, impaciencia, riesgos, oscuridad, lecciones aprendidas y varias vidas en una. “Si fuera gato, me quedarían cuatro”, dice él, añadiendo que cuando era niño también tuvo un problema de salud al que sobrevivió por muy poco.
Si bien su vida y su carrera se han desplegado de manera dramática, en el amplio sentido de la palabra, sus planes de infancia eran más bien lógicos y comunes, no así sus gustos.
“Como cualquier otro niño, mi objetivo era jugar con la Selección Alemana o Bayern Munich, pero mis ídolos sí eran arqueros diferentes de los que tenían los niños alemanes: Gavelo Conejo de Costa Rica o Thomas N’Kono de Camerún. Para mí eran más expresivos, más festivos que los arqueros europeos.”
Pfannenstiel se reconoce impetuoso y siendo juvenil su alto nivel de confianza lo enfrentó a la frustración. Con sólo 18 años se sentía preparado para todo, no quería procesos. No aceptaba que los equipos grandes le ofrecieran contratos para sus planteles B, pero también sabía que era imposible a esa edad ser el arquero titular del primer equipo en un club importante. Aún así, todo lo que quería era jugar como profesional y asegurarse los minutos que sabía que en Alemania no tendría.
“En las inferiores con Bayern Munich jugábamos con otros equipos a nivel regional y la diferencia era tan grande que uno se quedaba dormido en el arco, así que me fui a jugar a un equipo de tercera división y después Bayern me quiso de vuelta, pero para lo mismo de nuevo, el equipo B. No acepté porque lo que yo quería era jugar fútbol de verdad. Así que por estupidez o rabia, no sé cómo definirlo, me dije que la primera oferta que me llegara para jugar como profesional la iba a tomar. Desafortunadamente, la primera oferta que me llegó para jugar por un primer equipo fue de Malasia, así que tuve que ir.”

El libro de Pfannenstiel, disponible en Amazon.
“Mi problema fue estar en el momento y el lugar equivocados. Le hablé a la persona equivocada. El mismo tipo se me acercó tres veces en seis meses -una vez en una bencinera, la otra en un restaurant y la otra en un mall- preguntándome si creía que mi equipo podía ganar el próximo partido que íbamos a jugar. Por supuesto que le di la respuesta que el 99% de los futbolistas darían ante una pregunta como esa. Dije que sí, que íbamos a ganar. Éramos uno de los mejores equipos del campeonato, ganamos un montón de partidos, y tres o cuatro meses después de haberle hablado a esta persona, la policía llegó a mi departamento, rompiendo todo y diciéndome: “Sabemos que le diste a este tipo datos para apostar.” Y claro, después de que le dije a este tipo que íbamos a ganar, ganamos dos de los partidos, el otro lo empatamos y en ése además fui el jugador del partido. La jueza era una mujer muy joven que no tenía idea de fútbol y me dijo: “Jugaste excepcionalmente bien”. Por lo tanto, fui a la cárcel por decirle a alguien que íbamos a ganar y lo peor de todo es que la jueza dijo que en esos partidos jugué mejor de lo que normalmente habría jugado, lo que es una porquería de mentira.”
Afortunadamente para él una corte neutral, con observadores que examinaron el caso, lo absolvió de todo.
“Todos mis antecedentes quedaron tan limpios como se puede, pero esos 101 días de infierno no me los pueden devolver. Tuve que ver asesinatos, palizas, violaciones, y pelear cada día para sobrevivir. Fue un escenario extremo. El tema era si podía aguantar meses o años en esa cárcel, durmiendo al lado de asesinos, violadores, narcotraficantes que estaban condenados a muerte, sin ningún tipo de comodidad, ni TV, ni diarios, ni baño, ni confort, nada. 12 personas en una celda, tratados como animales. Nos convertimos en animales. Me empujó al límite de incluso pensar en el suicidio, de no saber qué hacer, pero finalmente todo se encausó en la dirección correcta.”
Pfannenstiel siente que si no se suicidó, a pesar de haberlo planeado y deseado, fue porque creía en el fútbol, porque deseaba con su vida volver a jugar y sobretodo por no darles un mayor dolor a sus padres, que ya estaban sufriendo desde Alemania la incertidumbre de su juicio y encarcelamiento.
“Fue el peor momento de sus vidas. Pensé que aún si no quería vivir ni soportar todo eso, tenía que pensar en mis padres, en volver entero y no hacerlos perder un hijo.”
¿Qué se aprende después de una experiencia tan extrema como la injusticia y la cárcel?
“Después de ser un pequeño futbolista malcriado, ganando buena plata, rodeado de lindos autos y solamente pensando en “qué voy a hacer mañana”, por supuesto que la cárcel me golpeó muy, muy duro. Ahora trato siempre de ser una persona muy positiva. Cuando salí de ahí traté de buscar las cosas positivas, aunque no encontraba muchas. Me costó mucho, pero las encontré y me hizo entender que la vida es mucho más que mujeres, autos y trajes. También me hizo entender que ser libre para decidir lo que quieras hacer es el tesoro más importante que puedes tener en tu vida y que hay cosas más importantes que el fútbol. Esto fue hace 16 años atrás y pienso que la mayoría de las personas que sufren una experiencia así quedarían dañados mentalmente y no lo soportarían, pero está en mi carácter caer y levantarme de nuevo.”

“Tuve que ver asesinatos, palizas, violaciones y pelear cada día para sobrevivir. Fue un escenario extremo.” – Lutz Pfannenstiel sobre sus meses en la cárcel.
Lutz Pfannenstiel declara haber perdido la segunda de sus vidas en Singapur. Pero aún le quedaban cinco más de repuesto, por si tenía alguna otra deuda de karma que pagar. Y al parecer, el universo le estaba cobrando uno por uno cualquier daño que hubiera hecho en vidas anteriores. O en la actual.
Dos años más tarde, el 26 de diciembre de 2002, justo cuando se había vuelto a parar después de una larga recuperación física y emocional, mientras jugaba en el Bradford Park Avenue de la National League North de Inglaterra, la patada accidental de un delantero rival en su esternón colapsó sus órganos y sufrió un paro cardiorrespiratorio por el que fue declarado muerto en pleno campo de juego. Sólo gracias a la insistencia de quienes lo atendieron, su corazón volvió a funcionar. Estuvo en coma por cuatro horas y despertó en el hospital totalmente desorientado pidiéndole a las enfermeras que lo soltaran porque tenía que volver a jugar. “Vamos ganando 2-0!” No se acordaba de nada de lo ocurrido. Los médicos le dijeron que el partido se había suspendido.
“Estaba tan enojado porque me habían sacado de la cancha que al salir del hospital caminé 4 kilómetros hasta mi casa, pero tuve que volver porque los dolores después fueron demasiado fuertes. Fui testarudo. No me vas a creer, pero incluso teniendo una pequeña fractura, a los siete días volví a jugar. Fui un poco estúpido. Incluso los propios hinchas decían que cómo podía estar jugando de nuevo, que estaba loco. Ahora cada vez que visito Inglaterra voy a ese estadio y el locutor me presenta como “el hombre que murió por nuestro club” y todo el público aplaude. Es bastante emocionante.”
Pero para él, este episodio de vida y muerte es casi una anécdota, comparado a cómo lo hirió toda la historia en Singapur. “Hubiera preferido morir ahí en la cancha antes que haber estado en la cárcel en Singapur. Hubiera sido una manera orgullosa de morir porque todo lo que he hecho en la vida es fútbol”, dice Pfannenstiel, consciente de que en Bradford perdió su tercera vida.
“No podía ser una coincidencia vivir esas dos situaciones en dos años. Pensé que algo no estaba bien conmigo y quise ver qué se podía hacer. Ahora tengo mi organización de caridad, también celebro el 26 de diciembre mi segundo cumpleaños. Soy afortunado de poder brindar con champagne dos veces al año.”
Luego de su retiro en 2011, creó Global United FC, cuyo trabajo se ha enfocado en África, con el apoyo de más de 350 exfutbolistas de nivel mundial (como Carlos Valderrama, Rivaldo y Lothar Matthäus) que, según cuenta él, van a jugar partidos a la nieve o el desierto para ayudarlo a esparcir el mensaje de su proyecto, sin cobrar un peso. Hasta ahora 60.000 niños han recibido educación con los valores de su obra.
“Estamos tratando de enseñarles educación ambiental, a cuidar la Tierra, disminuir la contaminación, ahorrar energía, cuidar el agua, y a través de eso, darles una vida mejor. Eso es importante para mí. Cuando voy a África y visito una escuela con niños en desventaja y llevo juguetes y pelotas de fútbol, ropa del Hoffenheim, me hace mucho más feliz que quedarme por tres noches en un resort de cinco estrellas, siendo un idiota.”
Hace un año, Lutz Pfannenstiel vio roto uno de sus sueños más preciados con Global United: Realizar un partido de fútbol a beneficencia en la Antártica, el único continente donde le falta jugar. Pero David Beckham, con el aplastante apoyo de la BBC y UNICEF, se le puso en el camino filmando un documental donde jugó siete partidos en siete continentes, incluida la Antártica. El alemán siente que Becks le robó su idea, comunicada muchas veces tanto en los canales donde trabaja (sí, la BBC) como en entrevistas. Intentó comunicarse con la productora a cargo del documental para llegar a alguna solución que beneficiara tanto los intereses del inglés como los de su fundación, pero se enteró muy tarde. Reconoce que lo pasó mal y que el tema lo afectó y estresó.
“Global United es producto de mis malos momentos en Singapur. Realmente lo atesoro, es como mi bebé. Por eso trato de protegerlo y cuidarlo. Si ahora quiero jugar en la luna, espero que no me roben la idea”, dice emocionado y vehemente porque Pfannenstiel, a sus 43 años, se sigue sintiendo arquero y se sigue sintiendo imparable.
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