Estoy tranquila. A esta hora aún no siento los nervios que podría antes de la final de Champions. Soy Madridista. Y me encanta serlo. Desde los tiempos de Iván Zamorano. Con él me hice Merengue irreversiblemente. Hace dos años estuve en Lisboa cumpliendo uno de los sueños de mi vida, asistiendo en el Estadio Da Luz a la histórica final de 2014, la de la esperadísima Décima, la del gol de Sergio Ramos. Nunca, nunca, jamás olvidaré ese momento.
Hoy se repite la historia, pero en el San Siro de Milán, con presiones y confianzas distintas para ambos cuadros. El Atlético de Madrid viene con la rabia historial de dos finales de Champions perdidas anteriormente en circunstancias muy similares, a última hora, frente a Bayern Munich en los años ’70 y a Real Madrid, en 2014. Obviamente, la última es la que pesa, porque el plantel es similar y el técnico es el mismo. Además no es cualquier DT. Es Diego Simeone, que con seguridad ha guardado la frustración y la bronca de Lisboa, procesándola en combustible para planificar esta final como algo absolutamente personal. Es lo único que le falta ganar con el Atleti. Y lo único que le falta ganar al club: La primera Champions. Ya eso, sin tomar en cuenta la historia de las finales anteriores, es motivación de sobra. Y presión también. Porque ponerse arriba en el marcador no será tranquilidad suficiente. Los recuerdos y el trauma del gol de Ramos bien pueden pesar bastante si pasan los minutos y no terminan de noquear al Madrid. Por otro lado, Simeone tiene las estadísticas de la temporada frente a los blancos a su favor y el poder de las eternas pelotas paradas que tanto daño hacen por arriba al equipo de Zidane, especialmente con Godín. Tal como en el 2014.
A su vez, el Madrid tiene a un técnico nuevo, que ha tomado en su primerísimo trabajo como DT de Primera División al club más difícil del mundo. Zinedine Zidane tiene toda la experiencia del mundo de las finales como jugador, pero ésta sera su primera como entrenador. Lo que comenzó como un supuesto interinato terminó siendo un contrato por dos años y un rendimiento tan competitivo que por apenas un punto no pudo salvar la liga del desastre creado a principio de temporada por Rafa Benítez. Llegar a mitad de temporada, terminar perdiendo la liga por un punto y pasar a final de Champions, son muestras suficientes del talento natural de Zizou y de lo que aprendió en su época de ayudante de Mou y Ancelotti. Al mismo tiempo, Real Madrid cuenta con la enorme ventaja de tener fresca la sensación mental y física de confianza con la experiencia de 2014. No es ideal que el Atleti se adelante en el marcador, pero si lo hace, las cosas no terminan hasta que terminan. El Madrid sabe que tomando el balón e insistiendo hacia el arco de Oblak, puede dar vuelta la historia incluso si ya no hay tiempo, porque ya lo vivió, lo experimentó y lo sabe posible. Con paciencia e insistencia.
Otro punto similar a la historia de Lisboa es el estado en el que llega Cristiano. En 2014 jugó tocado, apenas parado en el campo y finalmente aquello no disminuyó la capacidad de remontada de los blancos. Ahora la historia se repite en cierto grado. Sabemos que CR7 vuelve a jugar esta final sin estar al 100% aunque quizás un poco mejor que en 2014.
De lo que tiene que cuidarse el Madrid es de los espacios que puede dejar atrás y los contragolpes del Atlético que con un hombre como Griezmann con pelota controlado en velocidad, ya son medio gol en contra. Y repito, la eterna falencia de las pelotas paradas y por arriba, que han sido la pesadilla merengue por años, más allá del entrenador de turno.
Estoy tranquila. Será por todo lo anterior. Porque admito que la experiencia en Lisboa le dice a mi corazón que hasta que no hay pitazo final, siempre se puede. Sólo espero que Simeone y su equipo no usen como estrategia de base sus típicas mañas rioplatenses: los golpes, los reclamos, los tiempos y las provocaciones. Que en Lisboa también las usaron a granel. Y bah… más o menos siempre, en general.
El rezo va también para Mark Clattenburg. Que sea justo 50/50 y que su primera final de Champions no le quede grande.
Sólo quiero una final limpia. Por sobre todas las cosas. Y si realmente juega mejor y gana merecidamente el Atleti, el reconocimiento será mío y transversal. De eso se trata el deporte también.
Pero yo quiero que gane mi Madrid. Y confío… Que sea lo que deba ser, pero que sea justo… Ya dije que estoy tranquila? A por la undécima!
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